Empresa de Multiaventura estrena nuevo tour turístico para bucear y hacer esnorquel en un barco hundido del siglo XIX
Una empresa de Multiaventura estrena
un nuevo tour turístico para bucear y hacer esnorquel en un barco hundido del
siglo XIX en Punta Herrero, en la Reserva de la Biósfera de Sian Ka’an
Explorando en
los restos de la tragedia
La selva lo invade todo. La pick up, lentamente y a
trompicones, avanza por el tortuoso camino de arena. El color verde intenso de
las palmeras y la flora se mezcla con la arena blanca de la playa y verde
esmeralda del Caribe en su mejor versión, calmado y brillante. Son los tonos de
la paleta de un pintor naif. Es en este momento cuando te das cuenta de que
estás entrando en un lugar remoto, poco frecuentado. Junto a los guías de
Mahahual Dive Centre vamos a Punta Herrero, atravesando la zona más remota del
sur de la Reserva de la Biosfera de Sian Ka’an
hacia la última aldea de pescadores que guarda la esencia del auténtico
Caribe mexicano. Tras los cristales del
coche, a lo lejos, sobre el arrecife, vemos una silueta siniestra, sobre la que
rompen las olas… Es posible que sea lo que buscamos, los restos de un pecio del
que los pescadores de la zona llevan décadas hablando siempre en voz baja…, el
naufragio siempre supone una tragedia.
En Punta Herrero
nos espera un pescador con su barca para emprender viaje hasta el arrecife.
Antes, Don Melchor, que lleva 59 años viviendo en este pequeño pueblo donde no
hay censados más de medio centenar de vecinos, nos dice ese naufragio que
buscamos es un antiguo barco de vapor que lleva allí, más de 50 años…, pero no
cuadran las explicaciones, ya que los vapores dejaron de navegar a principios
del siglo XX. El barco debe llevar allí más de un siglo. Ellos, los pescadores
le llaman El Puchero, pero no hay
documentación feaciente sobre este pecio, sólo se sabe que era un carguero que
transportaba maderas desde Belice hasta México.
Es fácil encontrar
el lugar, ya que, efectivamente, los restos que vimos desde el camino
pertenecen al Puchero. El naufragio
se produjo por encallamiento, o sea, que estamos hablando de aguas someras y con las innumerables tormentas y huracanes,
los restos del pecio han sido arrastrados sobre las partes más altas del
arrecife. Habrá que tener cuidado con las corrientes de resaca y con la
rompiente de las olas… El lugar es perfecto para las actividades de buceo y de
esnorquel, siempre bajo la supervisión de los instructores de Mahahual Dive
Centre y de los miembros de la Cooperativa Turística de Punta Herrero.
Nada más entrar en
el agua los buceadores se dispersan, es
difícil elegir una dirección en medio de un escenario dantesco. El drama se
dibuja aquí en forma de un entresijo de hierros y maquinaria pesada dispersa en
una gran superficie. Los fotógrafos no sabemos por dónde empezar…, yo me voy
hacia el norte y, a los pocos minutos, veo una enorme figura que parece una
torre de vigía, erguida sobre el coral…, es la caldera y es cilíndrica,
características de los grandes buques de finales del siglo XIX e inspiradas en
las de las primeras locomotoras a vapor. Antes de que empiece a disparar, noto
una presencia a mi alrededor, levanto la cabeza y veo que un pequeño cardumen
de sábalos gigantes (de más de metro y medio cada uno) se aproximan a mí curiosos…, en cuanto me ven
levantar la cabeza del visor de la cámara, cambian de dirección y se pasean por
detrás de la caldera disimulando. Uno de ellos me seguirá durante toda la
inmersión. Dicen los pescadores que viven aquí permanentemente, confiados de
que en Punta Herrero no les interesa su carne.
Si la caldera ya es
espectacular, más lo son los enormes racimos de coral cuerno de alce que lo
rodean. La naturaleza más salvaje y saludable de este pequeño rincón del Caribe yucateco. Metro a metro avanzo entre
los hierros retorcidos, los winschers,
las tuberías metálicas y engranajes oxidados del viejo vapor, hasta que unas
formas conocidas me hacen fijar la vista. Es una de las hélices…, caída, tirada
sobre las chapas de hierro del casco. Es gigantesca, de más de cuatro metros de
longitud. Por el tamaño de todo esto, este buque debía de medir más de 80
metros de eslora. Todos estos elementos del naufragio dan una atmósfera trágica
y caótica al escenario y ni siquiera la abundante y alegre vida tropical que
juega entrando y saliendo de cada agujero animan la panorámica. El drama del
barco hundido lo inunda todo.
Más cerca del
arrecife, en la zona donde hay que moverse con más precaución, el motor, con
sus gigantescas vielas al aire, parece
querer ponerse en marcha en cualquier momento. Las olas rompen en su parte
posterior, dándole un aspecto más amenazador, si cabe.
Cuando he acabado
mi trabajo en esta zona me dirijo hacia el sur, donde se supone que he de
hallar la proa y en el camino me encuentro a mi socio y amigo Jorge Zamora, enredado entre los restos de la bodega,
metiendo su cámara en los agujeros más inverosímiles. Nuestra instructora Eva
le sirve de modelo improvisada. Encontrar la proa es fácil, sobre todo si el
agua está limpia y ofrece más de 30 metros de visibilidad. Ahora parece una
gran pirámide al final de las planchas y vigas de hierro caídas desordenadamente
por el arrecife. Está boca arriba, pero antes de llegar a ella, un enorme
ancla, del tipo Goliat (característica de los barcos de esta época), llama mi
atención…, busco la otra, pero no la veo y continúo hacia la proa. El casco
está completamente colonizado por corales duros, cabeza de cerebro y cuerno de
alce…, precioso, es como una montaña puntiaguda que rompe tímidamente la
superficie del agua. Bajo la proa descubro el otro ancla. Quedó bajo los
hierros del casco. Ahora es refugio de cirujanos, de pargos y roncadores. El
pecio siempre representa la muerte de un gigante para dar vida a los más
indefensos.
De vuelta a la
barca aprovechamos para navegar por el interior de la laguna, en la bahía de
Espíritu Santo, lleno de pequeñas islas de manglar donde se refugian las
langostas y una gran variedad de aves exóticas. Aquí es fácil ver delfines jugando sobre las aguas
mansas. También hay manatís, que hay que buscar, pero eso lo dejamos para otra
próxima visita…, ahora nos espera un suculento plato de pescado fresco cocinado
por Doña Irene en el único restaurante de Punta Herrero…, veremos atardecer en
la bahía desde la agradable sombra de la palapa degustando una merecida cerveza
fría, porque no hay lugar remoto en México donde no llegue una buena chela…
Más información sobre este tour: 983 112 35 54 y
www.mahahualdivecentre.com
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