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miércoles, 24 de julio de 2013

Empresa de Multiaventura estrena nuevo tour turístico para bucear y hacer esnorquel en un barco hundido del siglo XIX

Una empresa de Multiaventura estrena un nuevo tour turístico para bucear y hacer esnorquel en un barco hundido del siglo XIX en Punta Herrero, en la Reserva de la Biósfera de Sian Ka’an

Explorando en los restos de la tragedia

Por CHANO MONTELONGO

La selva  lo invade todo. La pick up, lentamente y a trompicones, avanza por el tortuoso camino de arena. El color verde intenso de las palmeras y la flora se mezcla con la arena blanca de la playa y verde esmeralda del Caribe en su mejor versión, calmado y brillante. Son los tonos de la paleta de un pintor naif. Es en este momento cuando te das cuenta de que estás entrando en un lugar remoto, poco frecuentado. Junto a los guías de Mahahual Dive Centre vamos a Punta Herrero, atravesando la zona más remota del sur de la Reserva de la Biosfera de Sian Ka’an  hacia la última aldea de pescadores que guarda la esencia del auténtico Caribe mexicano.  Tras los cristales del coche, a lo lejos, sobre el arrecife, vemos una silueta siniestra, sobre la que rompen las olas… Es posible que sea lo que buscamos, los restos de un pecio del que los pescadores de la zona llevan décadas hablando siempre en voz baja…, el naufragio siempre supone una tragedia. 

En Punta Herrero nos espera un pescador con su barca para emprender viaje hasta el arrecife. Antes, Don Melchor, que lleva 59 años viviendo en este pequeño pueblo donde no hay censados más de medio centenar de vecinos, nos dice ese naufragio que buscamos es un antiguo barco de vapor que lleva allí, más de 50 años…, pero no cuadran las explicaciones, ya que los vapores dejaron de navegar a principios del siglo XX. El barco debe llevar allí más de un siglo. Ellos, los pescadores le llaman El Puchero, pero no hay documentación feaciente sobre este pecio, sólo se sabe que era un carguero que transportaba maderas desde Belice hasta México.

Es fácil encontrar el lugar, ya que, efectivamente, los restos que vimos desde el camino pertenecen al Puchero. El naufragio se produjo por encallamiento, o sea, que estamos hablando de aguas someras  y con las innumerables tormentas y huracanes, los restos del pecio han sido arrastrados sobre las partes más altas del arrecife. Habrá que tener cuidado con las corrientes de resaca y con la rompiente de las olas… El lugar es perfecto para las actividades de buceo y de esnorquel, siempre bajo la supervisión de los instructores de Mahahual Dive Centre y de los miembros de la Cooperativa Turística de Punta Herrero.


Nada más entrar en el agua los buceadores  se dispersan, es difícil elegir una dirección en medio de un escenario dantesco. El drama se dibuja aquí en forma de un entresijo de hierros y maquinaria pesada dispersa en una gran superficie. Los fotógrafos no sabemos por dónde empezar…, yo me voy hacia el norte y, a los pocos minutos, veo una enorme figura que parece una torre de vigía, erguida sobre el coral…, es la caldera y es cilíndrica, características de los grandes buques de finales del siglo XIX e inspiradas en las de las primeras locomotoras a vapor. Antes de que empiece a disparar, noto una presencia a mi alrededor, levanto la cabeza y veo que un pequeño cardumen de sábalos gigantes (de más de metro y medio cada uno)  se aproximan a mí curiosos…, en cuanto me ven levantar la cabeza del visor de la cámara, cambian de dirección y se pasean por detrás de la caldera disimulando. Uno de ellos me seguirá durante toda la inmersión. Dicen los pescadores que viven aquí permanentemente, confiados de que en Punta Herrero no les interesa su carne.

Si la caldera ya es espectacular, más lo son los enormes racimos de coral cuerno de alce que lo rodean. La naturaleza más salvaje y saludable de este pequeño rincón del  Caribe yucateco. Metro a metro avanzo entre los hierros retorcidos, los winschers, las tuberías metálicas y engranajes oxidados del viejo vapor, hasta que unas formas conocidas me hacen fijar la vista. Es una de las hélices…, caída, tirada sobre las chapas de hierro del casco. Es gigantesca, de más de cuatro metros de longitud. Por el tamaño de todo esto, este buque debía de medir más de 80 metros de eslora. Todos estos elementos del naufragio dan una atmósfera trágica y caótica al escenario y ni siquiera la abundante y alegre vida tropical que juega entrando y saliendo de cada agujero animan la panorámica. El drama del barco hundido lo inunda todo.

Más cerca del arrecife, en la zona donde hay que moverse con más precaución, el motor, con sus gigantescas vielas  al aire, parece querer ponerse en marcha en cualquier momento. Las olas rompen en su parte posterior, dándole un aspecto más amenazador, si cabe. 

Cuando he acabado mi trabajo en esta zona me dirijo hacia el sur, donde se supone que he de hallar la proa y en el camino me encuentro a mi socio y amigo Jorge Zamora, enredado entre los restos de la bodega, metiendo su cámara en los agujeros más inverosímiles. Nuestra instructora Eva le sirve de modelo improvisada. Encontrar la proa es fácil, sobre todo si el agua está limpia y ofrece más de 30 metros de visibilidad. Ahora parece una gran pirámide al final de las planchas y vigas de hierro caídas desordenadamente por el arrecife. Está boca arriba, pero antes de llegar a ella, un enorme ancla, del tipo Goliat (característica de los barcos de esta época), llama mi atención…, busco la otra, pero no la veo y continúo hacia la proa. El casco está completamente colonizado por corales duros, cabeza de cerebro y cuerno de alce…, precioso, es como una montaña puntiaguda que rompe tímidamente la superficie del agua. Bajo la proa descubro el otro ancla. Quedó bajo los hierros del casco. Ahora es refugio de cirujanos, de pargos y roncadores. El pecio siempre representa la muerte de un gigante para dar vida a los más indefensos.


De vuelta a la barca aprovechamos para navegar por el interior de la laguna, en la bahía de Espíritu Santo, lleno de pequeñas islas de manglar donde se refugian las langostas y una gran variedad de aves exóticas. Aquí  es fácil ver delfines jugando sobre las aguas mansas. También hay manatís, que hay que buscar, pero eso lo dejamos para otra próxima visita…, ahora nos espera un suculento plato de pescado fresco cocinado por Doña Irene en el único restaurante de Punta Herrero…, veremos atardecer en la bahía desde la agradable sombra de la palapa degustando una merecida cerveza fría, porque no hay lugar remoto en México donde no llegue una buena chela

Más información sobre este tour: 983 112 35 54 y www.mahahualdivecentre.com


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